II. DIOS Y EL ALMA HUMANA

En cuanto a quién y qué es Dios, me atrevo a afirmar que la Biblia, ya sea en el Viejo o Nuevo Testamento, jamás ha dado al hombre una comprensión de la Deidad y Sus atributos, en el grado y profundidad en que se refleja en los mensajes firmados por Jesús y los Seres Celestiales. De acuerdo con estos altos espíritus, el hombre logra la unicidad con el Padre, en la medida que Su Amor abunde en sus almas. Dios es Alma, un Alma compuesta de Su más grande atributo, el Amor Divino, que es Su Naturaleza y Esencia misma, seguido por la Misericordia, Bondad, Poder, Omnisciencia y Voluntad, y con la Mente que es tan adorada por la humanidad, sólo es un aspecto de Su Ser. Aunque Dios no posee forma, tal como dio a la humanidad al encarnar, ni un cuerpo espiritual, que es manifestado por el hombre después de su muerte física, Dios, sin embargo, posee Su alma con forma definida que es más claramente perceptible al alma que siente o percibe el Alma Suprema de Dios, o Sus atributos Divinos, a medida que logre una relación más estrecha con Dios, a través del desarrollo de su alma. Pues, aun cuando Dios sea un Alma solamente, única por su Singularidad, y si bien no tiene un cuerpo material o espiritual, Él tiene, no obstante, una personalidad – la personalidad Divina manifestando Su Amor y Misericordia, Su bondad y amparo para todas Sus criaturas. Dios, entonces, no es un intelecto distante, una mente abstracta, o una fuerza indiferente e insensible, sino un Padre personal afectuoso y amoroso que anhela la felicidad de Sus hijos, sin tomar en cuenta raza, color o credo. Él trata, a través de sus ángeles ministradores, de encaminar a Sus Hijos a Él, y lograr que se mantengan en armonía con Sus leyes, o que acudan a Él con verdaderos anhelos de sus almas humanas por ese algo que no saben qué es, y logren aquella unicidad con Él, mediante el influjo de Su Amor en sus almas, en respuesta a sus oraciones sinceras. El Alma es Dios y Dios es Alma, y todos Sus atributos en conjunto no componen quién y qué es Dios. Estos atributos irradian de su Gran Alma e inundan el universo, así que, cuando los hombres dicen que viven y tienen su ser en Dios, están en un error, puesto que no es así, pero sí viven y tienen su ser en el atributo que Dios les ha dado: el alma humana. Cuando una persona obtiene el atributo más grande de Dios, el Amor Divino, que se manifiesta como una luz ardiente en el alma, como ocurrió con los refugiados en Emaús (Lucas, 24, 32), entonces, aquella persona realmente siente o percibe el Alma Suprema de Dios, en la medida que participa de ese Amor.

Información sobre el alma humana abunda en los Mensajes de Jesús, que ni siquiera se menciona en las Escrituras, y donde supuestamente debía encontrarse tal material. Ciertamente, nos dicen en Génesis, que Dios creó al hombre “a Su imagen”, pero tal declaración carece sobremanera en todo lo que implica o sugiere, y quedamos a merced de nuestras propias ideas, u obligados a aceptar el significado que le ha dado las iglesias. El resultado es, que la concepción del significado de “la creación del hombre”, varía de acuerdo con la interpretación que cada iglesia, aduciendo ser dueña de la verdad, le ha dado a tan escasas palabras. Los primeros hebreos, por supuesto, no tenían mucho interés en la vida después de la muerte, y su concepción del alma, o su morada después de la experiencia mortal, se limitaba principalmente al Paraíso o Gehena (y en cuanto a éstos, hemos de señalar que originalmente fueron concebidos como lugares en esta tierra; en el primer caso, el Jardín de Edén, que supuestamente se encuentra cerca del Éufrates; en el segundo, el Valle de Hinom, donde los Jebuseos una vez ofrecieron sacrificios humanos). Es extraño, quizás, que los griegos, con todo su amor a la cultura física, forma y belleza, hayan tenido una visión mucho más detallada de la otra vida: el reino oscuro de Plutón, la gloria y felicidad de los Campos Elíseos, donde moran las almas virtuosas en paz y comunión con su Dios, las formas tenebrosas de las arpías, la influencia, tal vez de una antigua religión egipcia.

Pero en estos mensajes, firmados por el Maestro y sus espíritus celestiales, la información dada es clara y lógica, a pesar de la novedad de tal información, que hasta ahora había sido desconocida. Ciertamente nadie, hasta el momento de la mediumnidad de Padgett, había podido obtener mensajes de tan alta calidad, directamente de estos espíritus, aunque a Swedenborg, el vidente sueco, le fue permitido ciertos privilegios en el mundo espiritual que, en muchos aspectos, eran paralelos a aquellos obtenidos por Padgett.

Jesús nos dice que, así como Dios es Amor Infinito, también es Su universo materia infinita que, como Dios, es sin principio ni final. En algún momento, en esta infinidad de tiempo y espacio, Dios creó una morada designada para el “hombre”. Exactamente cuándo nosotros, “los hombres”, fuimos creados como almas vivientes, (es decir, si fue antes o después de la creación de nuestro mundo) no se sabe, pero Dios creó las almas humanas que moraron, y han estado morando con Él, antes de su encarnación. Después de la experiencia mortal, el alma, manifestando su cuerpo espiritual adquirido con la encarnación, regresa al mundo espiritual para habitar en un lugar de acuerdo a su condición.

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