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El Verdadero Evangelio Revelado Nuevamente por Jesús
Volumen I, en formato PDF.
Bienvenido a nuestra página web! Les ofrecemos verdades profundas que Jesús reveló durante su vida en la tierra, y desea que hoy las conozcamos. El siguiente ensayo fue escrito por el Dr. Daniel G. Samuels y revela algunas cosas que quizás no hayan oído en otro lugar:
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El hebreo devoto del Antiguo Testamento pensaba que las perversidades, tanto de la nación, como individual, fueron la causa de sus desastres nacionales y que sus éxitos fueron el resultado de su lealtad al Convenio entre Dios y los Patriarcas. Los profetas enfatizaron la necesidad, en momentos de tensión nacional, de evitar la alianza con otros países, y de poner su fe en la protección de Dios. La falta de atención a las advertencias de los Profetas condujo a la calamidad, como en los días de Jeremías, cuando la desatención a su consejo trajo el cautiverio en Babilonia. Nuevamente, en los momentos más violentos de la historia de Judea cuando la gente fue provocada, de manera casi insoportable, a una rebelión sangrienta contra el poderío Romano, llegó un Profeta de Nazaret con un mensaje de paz e indulgencia, sólo para ser rechazado por aquellos que tenían poder; Judea estaba destruida y la gente –aquella que quedó – se dispersó a lo largo de la faz del globo. Para aquellos de nosotros que sabemos que el Padre Celestial es nuestro Dios de Amor, no podemos creer que Él haya causado la destrucción horrible de los hebreos en la rebelión de los años 67-70 A.D. Pero, sí creemos que la condición de las almas de los hombres fue tal, que abrazó la ira y la violencia de la guerra en lugar del amor y paciencia, y que esta condición del alma hizo que fuera inevitable las terribles consecuencias que acarrearon.
En el mundo espiritual, el alma que peca debe también cosechar las tempestades. Al abandonar la carne, el alma es recibida por espíritus, cuya función es de instruirla en los asuntos de su nueva existencia. Se le explica que todo en el mundo espiritual es controlado por leyes. Una de éstas es la “ley de compensación”, aplicable a todos los espíritus que pasan de la vida mortal a la vida espiritual. Esta vida exige la expiación de los pecados que el alma cometió en su existencia mortal.
El alma es el “hombre verdadero” y está en posesión de sus facultades, incluyendo la memoria de los actos cometidos en la vida terrenal. Todas las acciones y pensamientos perversos que el alma ha acumulado en su vida mortal, ahora regresan a atormentar y a acosarla, y el terrible remordimiento y sufrimiento que sigue continúa constantemente sin cesar, hasta que estas memorias de sus acciones perversas lo hayan abandonado, y esto es lo que constituye el día del juicio y el infierno. La condición del alma crea la morada en la que ella vivirá al pasar al mundo espiritual; una morada que justa y exactamente refleja el estado de aquella alma y del cuerpo espiritual que ha manifestado. Por ende, un alma llena de pensamientos y acciones espirituales, y en armonía con las leyes de Dios, morará en un lugar adecuado para la condición de su alma, lleno de luz y reflejando la felicidad de aquella alma; pero un alma llena de obras y pensamientos del plano material solamente y fuera de armonía con las leyes de Dios, engendra un domicilio de oscuridad y sufrimiento, y de conformidad con los abusos y placeres materiales ilícitos que persiguió en su existencia terrenal.
Pero, una de las doctrinas más perniciosas enseñadas por las iglesias y cuya falsedad condenable es denunciada por Jesús, es aquella doctrina que fija el destino del alma delincuente en el infierno por toda la eternidad. Esto no es verdad, puesto que tan pronto como el alma así lo desee, y se arrepienta de los pecados cometidos en su vida mortal, ella progresa de los infiernos más bajos a los cielos espirituales o, de buscar y obtener el Amor del Padre, continúa progresando eternamente, como un alma inmortal, en los Cielos Celestiales hacia el trono de Dios. La razón de esto, explica el Maestro, es que el alma del hombre es la misma, ya sea en carne o como espíritu, y las condiciones del perdón son las mismas, tanto aquí, como en el mundo espiritual. Todos los pecados son perdonables en este mundo, o en el próximo, siempre que el alma haga el esfuerzo sincero por recibirlo, y el único pecado no perdonable es aquel que, en el lenguaje del Nuevo Testamento, blasfeme contra el Espíritu Santo, o en el lenguaje del Maestro, que él deja claro, rechace el Amor Divino del Padre que transforma el alma humana en un alma divina, otorgándole la inmortalidad.
No es cierto que el hombre tiene la penosa alternativa de, ya sea, arrepentirse de sus perversidades en su breve existencia física, o vivir en el infierno durante toda la eternidad como espíritu. Algunas iglesias declaran que el hombre no puede vivir una vida mortal de placer y perversidad, y luego acudir a Dios para evitar el sufrimiento eterno como espíritu. Al mismo tiempo enseñan que, a pesar de una vida de pecado, un retorno a Dios a última hora, asegurará el perdón de sus pecados al pasar al otro mundo. Estas iglesias parecen desconocer la existencia de la ley de compensación que exige el pago por los males cometidos en la carne “hasta el último centavo”. Ésta es la justicia realmente, si eso es lo que estas iglesias desean, pero llega el momento cuando la deuda es pagada, y el alma se libera de la operación de la ley, y el perdón es alcanzado.
La ley, entonces, actúa sobre el alma que atraviesa el proceso de la purificación, pero el alma que busca el Amor del Padre invoca la ley superior de Gracia. Aquí no hay justicia involucrada; sólo el Amor Divino que el Padre otorga a Sus hijos aspirantes y los transforma en almas divinas, dando lugar a la eliminación de los deseos malvados y el olvido de aquellas acciones malvadas sobre las cuales opera la ley de compensación. La doctrina perniciosa de la condena eterna, a menudo evita que el alma infeliz busque el Amor del Padre a través de la oración, debido a la terrible creencia que su posición está fija en el infierno para siempre, y que Dios ya no la puede ayudar. Sin embargo, Dios, como explica Jesús, ayuda a Sus hijos dondequiera que estén, ya sea en este mundo o en el otro, o sin tomar en consideración la condición de su alma, siempre y cuando acudan a Él, como su Padre Celestial, en busca de Su Amor y misericordia con sinceros anhelos de sus almas.
El despertar del alma a las iniquidades que ha concebido y labrado durante su vida mortal, es lo que da lugar al funcionamiento de la ley de compensación, y que determina la morada del espíritu. A veces, el alma que pasa al otro mundo es al principio reacia a este despertar, debido al carácter peculiar de su constitución, y en este caso, el alma continua su vida de maldad en el nivel del plano terrenal y busca en sus contrapartes espirituales aquellas maldades que practicó en su existencia mortal, o vaga por la tierra con la intención de obsesionar a los mortales susceptibles a su influencia funesta. En el Evangelio del Nuevo Testamento se dice que Jesús liberó a algunos mortales de la posesión demoníaca, pero estos demonios no eran más que espíritus malvados que habían tomado posesión de seres humanos en ese momento. Con respecto a estos espíritus malvados, que una vez fueron seres mortales, Jesús nos dice que algunas de las narraciones del Nuevo Testamento son ciertas, pero que otras son falsas, y se refiere concretamente a la historia de los cerdos poseídos que corrieron enloquecidos y se precipitaron por un despeñadero para ser destruidos. Él asevera que nunca hizo tal cosa; primero, porque él no haría daño a ninguna criatura, y porque tal acto de su parte habría causado una pérdida financiera a su dueño. Pero, en lo que respecta a los espíritus malvados, éstos se despiertan con el tiempo a la ley de compensación, y atraviesan por un período de sufrimiento por sus travesuras y maldades. Son ayudados en esta condición por otros que son algo más avanzados que ellos, quienes les instruyen en cuanto a los caminos que existen para progresar de su condición deplorable.
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